
Hola de nuevo a los lectores asiduos y nuevo hola para los que se estrenan. El post está a cargo de Irene Salomón y Elisa Sánchez psicólogas en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica de CIPSA.
En una sociedad cada vez más enfocada en la salud, la nutrición y la imagen corporal, el interés por seguir una alimentación “limpia” o “natural” ha cobrado gran protagonismo. No obstante, cuando esta búsqueda de lo saludable se transforma en una obsesión rígida y restrictiva, puede generar un estado emocional desgastante y limitar la calidad de vida de quien la experimenta.
¿Qué es la ortorexia?
La ortorexia hace referencia a una preocupación excesiva y obsesiva por consumir únicamente alimentos considerados saludables o “puros”. Aunque a primera vista puede parecer un estilo de vida equilibrado, en realidad suele esconder una necesidad compulsiva de controlar cada aspecto de la alimentación, generando altos niveles de rigidez y ansiedad.
Las personas con este tipo de comportamiento tienden a organizar su vida en torno a la comida, adoptando normas estrictas y rituales inflexibles que terminan por afectar su bienestar emocional, su rutina diaria e incluso sus relaciones personales.
Más allá de los cambios de peso
A diferencia de otros trastornos alimentarios, la ortorexia no se basa en el deseo de perder peso o mejorar la figura corporal, sino en la búsqueda obsesiva de una alimentación “perfecta”. La exclusión de alimentos suele basarse en percepciones personales de toxicidad o impureza, sin evidencia que lo respalde. Incluso cuando se apela a justificaciones científicas, estas tienden a ser aplicadas de manera extrema o descontextualizada.
Esta preocupación desmedida puede generar altos niveles de estrés, culpa y ansiedad, especialmente cuando no logran seguir sus propias reglas autoimpuestas. Además, pueden desarrollar actitudes de superioridad moral o juicio hacia quienes no comparten sus hábitos, lo que puede dificultar la convivencia social y familiar como por ejemplo, al no integrarse en convenciones sociales.
El papel de las redes sociales en su desarrollo
Las redes sociales, y en particular Instagram, desempeñan un papel clave en la difusión y normalización de conductas ortoréxicas. Varios estudios validados han señalado que un uso intensivo de estas plataformas, especialmente entre personas jóvenes, se asocia con:
- Imagen corporal distorsionada
- Baja autoestima
- Relación conflictiva con la comida
El enfoque visual de Instagram, combinado con la sobreexposición a contenidos sobre estilos de vida “saludables”, dietas restrictivas y cuerpos idealizados y retocados, puede reforzar comportamientos obsesivos relacionados con la alimentación y dificultar una relación flexible y placentera con la comida.
El deporte como factor de riesgo
El ámbito deportivo, junto con otros espacios que imponen altos estándares físicos o estéticos, como el modelaje, la actuación o ciertas prácticas espirituales y de “bienestar”, pueden favorecer el desarrollo de esta obsesión alimentaria.
Disciplinas como el fitness, el culturismo, el atletismo o la danza (que, aún siendo un arte, también implica gran exigencia física), suelen promover ideales de cuerpo “perfecto” y un enfoque disciplinado del rendimiento. En este contexto, algunas personas terminan adoptando dietas extremadamente estrictas, no con fines calóricos, sino enfocadas en la pureza, naturalidad o calidad nutricional, lo que puede llevarlas a descuidar su salud emocional y su vida social.
Qué hacer si alguien cercano presenta signos de ortorexia
La ortorexia puede tener consecuencias significativas si no se identifica y se aborda a tiempo. Detectarla puede resultar difícil, ya que socialmente se valora y promueve el consumo de alimentos “saludables”, lo que puede ocultar un problema subyacente.
Si notas que alguien cercano muestra señales de una preocupación excesiva por la alimentación saludable, es importante estar atento a síntomas como:
- Aislamiento social o alejamiento de actividades grupales donde se come
- Ansiedad o angustia cuando no puede seguir sus normas alimentarias
- Sentimientos frecuentes de culpa o fracaso tras consumir algún alimento “prohibido”
- Comportamientos rígidos o rituales estrictos en torno a la preparación y consumo de alimentos
- Juicios o actitudes de superioridad hacia quienes no comparten sus hábitos
- Deterioro en el bienestar emocional, con irritabilidad o cambios de humor relacionados con la comida
Ante la presencia de estos signos, lo fundamental es abordar la situación con empatía y sin juicios de valor. Escuchar con atención y expresar preocupación de manera respetuosa puede abrir la puerta al diálogo.
Además, es recomendable sugerir el acompañamiento de un profesional de la salud mental, preferiblemente especializado en trastornos alimentarios, el cual puede brindar el apoyo y la orientación necesarios para superar estas dificultades.
Como siempre un abrazo de 20 segundos para cada lector/a
Irene Salomón y Elisa Sánchez
Psicólogos en prácticas en el Departamento de Psicología Clínica
del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud, CIPSA
Ángela Carrera Camuesco
Especialista en Psicología Clínica
Directora de CIPSA
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